Podría ser un desvanecimiento de un sueño interrumpido, una estrella en un candil de aceite, o una luna en una rosa ya marchita; significar la prueba humana en la frialdad de las tumbas. Podría ser la sucesión del Tiempo surgido de la inmensa laguna de la muerte ante el último refugio de la misericordia.
Aquí está lo que soñé en los Santuarios, en los desiertos, en la gruta de los muertos, en los libros de los Profetas, y sin embargo, estos sepulcros de colchones son la victoria sacrificada de la muerte.
La Sangre refluye ardiente por las venas descolgadas, y el Yo se encuentra así mismo en el último reposo; y pienso que en cada hombre no es más que un Cristo que retorna bajo humanos despojos y falso nombre; quizás yo sea también un fragmento de Cristo, porque en este lecho profundo puedo contemplar a la miseria, persuadirme a mí misma de que lo externo nada cuenta.
En la idea, nada es absoluto, es un espíritu eruptivo de un volcán que se libera de su fuego; aquí puede entenderse la conjunción del cielo y de la tierra. Lo divino y lo humano.
Aquí me he sentido como un Ángel maldito que teme desplegar sus alas, porque no sabe donde posará su vuelo; aquí he pretendido recordar que la felicidad insoportable es un breve descanso.
No trato de fundar ninguna certeza, ninguna revelación, ningún abismo de la esencia divina. Esta afanosa búsqueda es un efecto telaraña que pretende capturar un rayo; todas las definiciones son como los juegos de un equilibrista acumulando en sus pies las tinieblas del misterio.
La representación de la Vida es una persecución de las miserias cotidianas, de los hábitos innobles, de escrúpulos y trabas. El protagonista no es esta sangre como en las tragedias de poetas, sino una transpiración húmeda y hedionda, una mezcolanza repelente de sudor sediento por las lágrimas.
Aquí, la vida no es como la imaginada en los poetas: una pira sobre la montaña negra sacudida por rayos de justicia, sino una oscura cloaca pestilente donde en las aguas grasientas se albergan multitudes de seres viscosos, voraces de plegarias, y con razón avergonzados.
Todo esto que represento, pareciera quizás, un sórdido dialecto, no como el Satanás o el Lucifer de los versificadores visionarios, sino al contrario, es como un pueblo de ínfimos domésticos originarios de condena.
El estupor de lo nuevo- si es que existe-, hará que parezca habitable, incluso, en la felicidad del fango; y como yo debo merecer a tiempo redención de muerte, tuve que crear un universo en que todo pareciera divinidad, que no debilidad perdonable.
También me he preguntado, qué misteriosa crueldad me ha inducido a interrumpir al miserable espectáculo de la vida humana. ¿ Acaso he pretendido como aquel niño que se entretenía contemplando las desgracias de las luciérnagas aprisionadas en un vaso boca abajo?
En estas alternativas de orgullos y derrotas he creído presenciar el retorno de mi ser, y presenciar que he de volver a la luz inextinguible; pero en este desgarro, en este frenesí de fantasías, surge la más terrible pregunta formulada hacia mí misma. ¿Porqué ha creado Dios al mundo, si obrar significa una necesidad, un deseo, una incomodidad? Él era el Espíritu pero y, ¿ porqué ha tenido que crear el Universo, si es espíritu mezclado en la Materia? Es imaginable que hubiera sentido la necesidad de crear lo imperfecto, sentir en lo finito lo infinito, ser la única liturgia ante los humildes gusanos.
Estas imágenes no deberían ser juzgadas, tan sólo manifiestan la esperanza en pasar de un infierno a otro infierno; porque la tentación es un impulso, una transgresión, no es un argumento para demostrar la inmortalidad del alma, es la inspiración por la piedad ante la teoría de los físicos sobre la inmortalidad que componen mi ser en mis partículas.
Para mí, la vida no es concebible sin la envoltura en la materia, sin la conciencia del Yo.
Los unos prometieron alma y cuerpo, los otros una supervivencia en polvareda de átomos, pero sin la memoria del alma. Los primeros se imaginaban consolarse con lo imposible, los segundos me encarnecen con la engañosa imagen de la eternidad; pero yo no puedo soportar la idea de una separación del alma y cuerpo.
Sé que no es posible imperar sobre los elementos, que no es posible cambiar el alma propia ni la ajena, y que no es posible sustraerse de la voracidad de la muerte; pero, pasar de la Nada a la Vida, sólo podría curarse con la Muerte.
El espíritu, pues, está por encima de todo en modo absoluto y prefecto, por encima de los bienes temporales y efímeros de la tierra, de la peregrinación desde la oscuridad del útero y la oscuridad del sepulcro, por eso pretendo que en estas flechas estacionales sean una aureola de Belleza- si es que existe-, acaso pudiera ser una comediante del Dolor con la máscara de los desesperados, o tal vez la razón de ser sarcasmo o falta de sentido.
En estas cinco salas de conocimiento –reconocimiento ó remordimiento-, la muerte me parece una injuria de la vida; negación de la fe y de luz. Sé que yo, nadie soy para vencer la muerte, no soy testimonio de la hija de Jairo ni de Lázaro; sólo soy la obediencia de un sueño de vigilias; tampoco soy el Coro de filósofos; sólo he tratado de llevar el movimiento a la inmovilidad, la frialdad de un concepto, de un verso, de un signo: la Materia a sus átomos, el ser, el Infinito, el Espíritu, la Idea, la Naturaleza, lo Inconsciente…, la Nada.
En este reposo hacia el final, he procurado engañar al esfuerzo de la negación frente a la evidencia, y en tal mundo, ¿qué dices Epicuro, del espectáculo que tienes delante?. Tú, que negaste la inmortalidad del alma, te das cuenta ahora, que hasta el cuerpo es inmortal.
Aquí, la razón es la locura razonante de los frascos alucinadores de conciencia para salir del laberinto hacia verdades elevadas, el dogma y la iluminación de fe. Aquí los teólogos y la soberbia delirante de los metafísicos no pueden ocultar la llamada del terror, la reverencia frente a los misterios divinos del escepticismo.
Yo no quiero vencerme en la soberbia filosófica, en esta visión interior de la arquitectura, no puedo evitar el contacto vulgar de la vida cotidiana, de la vida de los sentidos y las ilusiones del triunfo doloroso de construir lo destruido; aunque pienso que la realidad- si es que existe-, se abandona al fluir de las ideas para descansar como Fausto descendiendo a los profundos abismo de las Madres.
En este trabajo he tenido la necesidad de desahogarme, quizás de redimirme, pues aunque nací de la piedad, no siento aún ni la pereza ni el orgullo.
En estos frascos he dejado el dulce veneno para seguir muriendo: es fácil representar la muerte ajena…., cuando procuras olvidar la propia…, pero como dijo Nietzsche:
“La muerte, revela todo el hombre así mismo”
No he querido someterme al engaño, al cuerpo perfecto - La Perfección como la Belleza no existe- ,a la lujuria ajena, a dispensar el placer del triunfo y el orgullo, a la avaricia irracional de encerrarme en la sombra, al ávido fuego de un cuchillo encendido, he pretendido que la imagen como el sexo primitivo doblegue a la palabra.
¿ A caso todo tiene su sentido? El Arte - si es que existe- , es la persecución de perseguir lo inalcanzable, sólo copiamos vulgarmente la Naturaleza. La narración del Génesis dice:
“ Dios no expulsó a Adán y a Eva para castigarlos por haber comido los frutos del árbol de la ciencia, sino sólo por el temor de que ellos comieran también los frutos del árbol de la vida que les hubiera hecho inmortales, es decir semejantes a los Dioses.”
Pues bien. Mi arte, no es silueta de los Dioses, sino la carne mortal que prefiere sumergirse en la existencia, un velo de seda sobre los huesos invocando un tiempo sobre el Límite.
He aquí la vida, alargando la mano sobre el árbol imposible, he aquí la salmodia de un anuncio en agonía. He aquí, el derecho a la discordia y la derrota.
Dios mío de mi vida, hacía muchísimo tiempo que no leía una cosa tan reflexiva como la que acabas de escribir. ¡Mira qué eres grande!
ResponderEliminarNO dejes de lado este precioso sitio, churri, que tú tienes que mostrarnos más cosas como esta contínuamente.
La verdad que el tiempo de espera ha merecido la pena. Reflexión demasiado pesimista para mi gusto. Muy oscuro. Como el tono general de las fotos.
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